¿Por qué los gatos siguen siendo un misterio médico?


En las últimas décadas, la medicina veterinaria ha avanzado enormemente, permitiendo que mascotas como Olive reciban cuidados muy avanzados. Pero la medicina felina se ha quedado rezagada con respecto a la canina, y no siempre es fácil ofrecer a los gatos una medicina basada en la evidencia. “Todavía se considera un interés de nicho”, dijo Karen Perry, cirujana ortopédica veterinaria especializada en salud felina de la Universidad Estatal de Míchigan.

Históricamente, muchos veterinarios han tratado a los gatos como si fueran perros pequeños, tomando prestadas pruebas y tratamientos desarrollados para pacientes caninos para atender a los felinos. Incluso en las facultades de veterinaria, donde los estudiantes se forman en todo tipo de especialidades, los perros han sido durante mucho tiempo la norma.

“Mi libro de anatomía era Anatomy of the dog”, dijo Maggie Placer, responsable de programas de ciencias veterinarias de la Fundación Health. “Teníamos PowerPoints y suplementos para los gatos”.

Con el tiempo, sin embargo, ha quedado cada vez más claro que lo que funciona para Rover puede ser inútil, o peor, para Tigger. Los perros y los gatos metabolizan los fármacos de forma diferente, por ejemplo, y algunos medicamentos caninos comunes son tóxicos en los gatos. “No es razonable suponer que todo lo que funciona en un perro funcionará en un gato”, dijo Bruce Kornreich, director del Centro de Salud Felina de Cornell. “Aún nos queda mucho por aprender”.

En cierto modo, la atención prestada durante tanto tiempo a los perros era práctica. Los estudios han demostrado que los dueños de mascotas llevan a los perros al veterinario con más frecuencia que a los gatos.

¿Se debe simplemente a que la sociedad da menos valor a la vida de los gatos que a la de los perros? Después de todo, es mucho menos probable que los gatos sean animales de trabajo, y en general se les considera más independientes y menos sociables que los perros. “Quizá haya prejuicios contra los gatos”, dijo Kornreich.

Los gatos tienen talento enmascarar sus síntomas, que también pueden presentarse de forma diferente a los de los perros, según los expertos. Los perros artríticos suelen desarrollar cojeras notorias, que se detectan fácilmente en los paseos, mientras que muchos gatos artríticos no muestran signos evidentes de cojera, dijo Perry. Puede que simplemente salten al sofá con menos frecuencia o que parezcan más irritables cuando se les manipula.

“Dado que los gatos duermen tantas horas al día, y los dueños suelen estar cerca de ellos solo unas pocas de esas horas, es mucho más fácil no darse cuenta de que el gato está cambiando gradualmente con el tiempo”, indicó Perry.

En retrospectiva, parecía probable que Olive hubiera estado decayendo en silencio durante semanas.

Al final, los veterinarios llegaron a la conclusión de que su sistema inmunitario estaba destruyendo sus glóbulos rojos. Pero no podían decir qué lo había desencadenado ni encontrar un medicamento que ayudara. Finalmente, como último recurso, un internista sugirió que podíamos considerar la posibilidad de extirpar el enorme bazo de Olive, que probablemente era donde se estaban destruyendo sus glóbulos rojos.

Envié un correo electrónico a otro veterinario para pedirle una segunda opinión. “La esplenectomía no es la peor opción”, me respondió, señalando que era un tratamiento establecido para pacientes humanos con afecciones similares. “Simplemente no tenemos datos en medicina veterinaria”, añadió, “especialmente en gatos”.

La situación parece mejorar, aunque lentamente, según los expertos. Algunas facultades de veterinaria están invirtiendo más en la salud felina, y los clínicos intentan crear prácticas que reduzcan el estrés y sean respetuosas con los felinos. Y cada vez más científicos investigan las causas genéticas y ambientales de las enfermedades felinas.

Karlsson es conocida por sus investigaciones sobre el genoma canino, pero siempre ha sido una amante de los gatos. El año pasado presentó Darwin’s Cats, un proyecto científico comunitario mundial cuyo objetivo es conocer mejor los fundamentos genéticos de la salud y el comportamiento felinos.

Centrarse en los gatos requiere algunos ajustes en el proceso de recogida de ADN: a diferencia de los perros, los gatos suelen ser muy reacios a donar saliva. Karlsson y sus colegas han estado investigando si podrían secuenciar el genoma de un gato utilizando solo unas pocas hebras de pelo recogidas con un peine. Hasta ahora, dijo Karlsson en un correo electrónico, “la secuenciación del pelaje funciona de maravilla, ¡y tanto los dueños como los gatos la prefieren enormemente!”. Los datos resultantes podrían allanar el camino para comprender mejor cómo funciona el organismo de los gatos y qué hacer cuando las cosas se tuercen.

Karlsson tenía experiencia de primera mano con los misterios médicos felinos. Hace casi una década, tuvo un gatito que murió tras desarrollar una rara enfermedad autoinmune que le provocó anemia. Karlsson aún tiene a la compañera de camada del gatito, Lacey, que padece graves alergias ambientales.

“Siempre me he preguntado si ambos podrían haber heredado una predisposición a los trastornos inmunitarios”, dijo Karlsson. “Los veterinarios no pueden decir mucho porque hay muy poca información”.

Su historia resultó ser inquietantemente similar a la nuestra. Olive también murió pocos meses después de caer enferma. Nunca tuvimos la oportunidad de sopesar los pros y los contras de una operación no probada. Y no teníamos ninguna explicación real para el declive de Olive.

Pero teníamos a la compañera de camada de Olive, Juniper, que parecía sana y vigorosa, aunque también parecía tener alergias ambientales. Aprovechamos la oportunidad para inscribirla en Darwin’s Cats.

También teníamos un trocito de pelo de Olive. Un veterinario lo había metido en un botecito de cristal después de que Olive muriera y nos lo había dado como recuerdo. En aquel momento, no sabía qué hacer con él o si quería quedármelo. Pero estaba demasiado agotada emocionalmente para protestar y lo guardé en un cajón.

Meses más tarde, me enteré de que el equipo de Karlsson estaba intentando extraer ADN de muestras de pelaje felino, y supe a dónde pertenecía el frasco. En octubre, se lo entregué a los investigadores. Era muy posible que el pelaje de Olive no aportara nada interesante o, tal vez, ni siquiera utilizable. Pero también era posible que allí hubiera respuestas, si alguien las buscara.



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