La decisión adoptada el sábado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer nuevos aranceles a las importaciones procedentes de China plantea un dilema a los dirigentes de Pekín: ¿es mejor ignorar los nuevos aranceles o tomar represalias?
Hacer poco corre el riesgo de parecer débil a los ojos del pueblo chino. El amplio aparato de propaganda interna del país ha descrito a China como una potencia en ascenso, mientras que Estados Unidos es retratado como un país que está sufriendo un declive inexorable.
Pero unas represalias enérgicas corren el riesgo de iniciar una guerra comercial mundial que podría perjudicar más a China que a Estados Unidos. El superávit comercial de China —la cantidad en que sus exportaciones superaron a las importaciones— alcanzó casi 1 billón de dólares el año pasado. Las exportaciones, y la construcción de nuevas fábricas para realizar más exportaciones, son prácticamente la única área de fortaleza estos días en la economía china.
La reacción inicial de China el domingo fue prudente: el Ministerio de Comercio dijo que impugnaría los aranceles ante la Organización Mundial del Comercio. Los grupos de investigación de este organismo pueden intentar avergonzar a un país que viole las normas internacionales de libre comercio, criticando una acción comercial concreta.
Pero la OMC ha perdido gran parte de su poder desde 2019. El primer gobierno de Trump y luego el gobierno de Biden bloquearon el nombramiento de los jueces necesarios para autorizar a los países a tomar contramedidas.
Algunos en China se habían sentido aliviados de que Trump enfocara inicialmente sus críticas en otros países. Pero pocos esperaban que eso durara.
“No creo que nos sintamos optimistas sobre el futuro de esta relación”, dijo el jueves Wu Xinbo, decano del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Fudan de Shanghái. “Dado su equipo de halcones sobre China, la batalla está aún por llegar”.
El sábado, el presidente Trump impuso aranceles adicionales del 10 por ciento a los productos importados de China, así como aranceles del 25 por ciento dirigidos a México y Canadá. Dijo que podría aumentar los aranceles si los países tomaban represalias.
En su respuesta, el Ministerio de Comercio chino dijo que tomaría “contramedidas para salvaguardar firmemente sus derechos e intereses”. Pero el ministerio también instó a Estados Unidos a “reforzar la cooperación”.
China ha demostrado en las semanas transcurridas desde la reelección del presidente Trump que puede estar dispuesta no solo a tomar represalias por los aranceles, sino también a subir la apuesta.
China ha puesto controles a la exportación en una lista cada vez más larga de materiales y tecnologías. A principios de diciembre, China detuvo la exportación a Estados Unidos de minerales críticos como el antimonio y el galio, que se utilizan en la fabricación de algunos semiconductores.
La prohibición de las exportaciones fue una represalia por la decisión que tomó el presidente Joe Biden un día antes de ampliar las restricciones estadounidenses a la transferencia de tecnología a China.
La respuesta de Pekín fue más allá de cualquier restricción anterior a las exportaciones: por primera vez, Pekín prohibió oficialmente a otros países que compran estos minerales reexportarlos a Estados Unidos. Anteriormente, China había criticado estas prohibiciones de transbordo, describiéndolas como una forma injusta de jurisdicción de “brazo largo” que interfería en el comercio internacional.
Sin embargo, Pekín es consciente, dijeron los expertos chinos, de que una reacción enérgica por parte de China plantea dos grandes riesgos.
Una mayor restricción de las exportaciones podría hacer que las multinacionales dejaran de invertir en China y pusieran sus nuevas fábricas en otros países. Otro riesgo es que tales restricciones a las exportaciones por parte de China desencadenen una nueva respuesta del presidente Trump.
Una espiral ascendente de restricciones comerciales es lo que ocurrió durante el primer gobierno de Trump. China respondió a esa primera ronda de aranceles en 2018 con sus propias sanciones a las exportaciones estadounidenses. Pero cuando Trump impuso nuevas rondas de aranceles, Pekín se quedó rápidamente sin exportaciones estadounidenses que atacar. China vende a Estados Unidos casi cuatro veces más productos de los que compra.
China y el gobierno de Trump acordaron poner fin a la escalada en enero de 2020, pero dejaron en vigor la mayoría de los aranceles que se habían impuesto.
Algunos expertos chinos sostienen que los aranceles perjudicarán a los consumidores estadounidenses, al hacer subir los precios, más de lo que perjudicarán a China.
“Este estilo de engaños será contraproducente”, dijo Zhang Weiwei, decano del Instituto de China de la Universidad Fudan de Shanghái. “Según nuestros cálculos, más del 90 por ciento del aumento de los aranceles lo pagaron de hecho las empresas o los consumidores estadounidenses”.
Sin embargo, algunos economistas occidentales sostienen que la cuestión de quién paga los aranceles no está clara. Para evitar grandes pérdidas de cuotas de mercado en Estados Unidos tras la anterior imposición de aranceles, algunas empresas chinas bajaron los precios. Eso les habría ayudado a compensar los aranceles y a disuadir a los importadores estadounidenses de recurrir a proveedores de otros países.
El año pasado, las exportaciones chinas a todo el mundo aumentaron más del 12 por ciento en volumen, pero el incremento en dólares fue solo la mitad, ya que las empresas redujeron drásticamente los precios.
La moneda china también se ha debilitado en los últimos meses, y los precios de muchos productos están bajando en China. Esto ha hecho que los productos chinos sean más competitivos en los mercados extranjeros, incluido el estadounidense, y puede compensar parte del costo de los aranceles impuestos el sábado.
Zhang señaló que las exportaciones a Estados Unidos representan una parte cada vez menor de las exportaciones totales de China, ya que han aumentado las exportaciones a países en desarrollo.
Aun así, China se ha vuelto indirectamente más dependiente del mercado estadounidense. Las exportaciones chinas se han disparado a países como México y Vietnam, que ensamblan componentes chinos para convertirlos en productos acabados que se reexportan a Estados Unidos.
La gran pregunta que se plantea ahora China es a cuántos países más impondrá aranceles el presidente Trump.
“China ha aprendido del primer mandato de Trump cómo gestionar incluso los grandes aranceles bilaterales sobre el comercio directo entre Estados Unidos y China: algunas empresas simplemente pagarán para importar una pieza crítica, y las empresas chinas encontrarán la manera de realizar el montaje final fuera de China sin dejar de utilizar muchísimas piezas chinas”, dijo Brad Setser, economista internacional del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York. Mientras el ensamblaje final se realice fuera de China, los productos han podido eludir en general los aranceles estadounidenses sobre China.
Pero los aranceles estadounidenses sobre muchos países serían más difíciles de eludir para China. “China se enfrenta a un problema si el presidente Trump está decidido a cerrar todos los déficits comerciales bilaterales de Estados Unidos, sin importarle los daños colaterales para la economía estadounidense”, dijo Setser.
Muchos países de Asia, Europa y África tienen grandes déficits comerciales con China que solo pueden permitirse si tienen grandes superávits comerciales con Estados Unidos. La Unión Europea tuvo un déficit comercial de 247.000 millones de dólares con China el año pasado, y un superávit comercial casi igual de grande con Estados Unidos.
Si el presidente Trump restringe la capacidad de muchos países de tener grandes superávits comerciales con Estados Unidos, los países podrían recurrir a imponer aranceles al comercio con China.
China depende más de los superávits comerciales ahora que durante el primer gobierno de Trump. Durante el primer mandato del presidente Trump, los precios se disparaban en el mercado inmobiliario chino en medio de un ritmo maníaco de construcción de torres de apartamentos.
Pero el acalorado mercado inmobiliario comenzó a enfriarse en 2021, y los precios no han dejado de bajar desde entonces. Millones de trabajadores de la construcción han perdido sus empleos y las familias de clase media han perdido sus ahorros.
Mientras las renovadas tensiones con Estados Unidos coinciden con la debilidad económica en el país, funcionarios y expertos chinos siguen esperando lo mejor.
“Haremos todo lo posible para intentar estabilizar esta relación”, dijo el jueves de la semana pasada el profesor Wu, “pero también nos preparamos para el peor de los casos”.
Keith Bradsher es el jefe de la corresponsalía de Pekín del Times. Antes fue jefe del buró en Shanghái, Hong Kong y Detroit, y corresponsal en Washington. Ha vivido e informado en China continental durante la pandemia. Más de Keith Bradsher